Las principales ciudades colombianas, entre otros
aspectos han ganado su reconocimiento por los grandes festivales musicales que
ofrecen a sus ciudadanos y a quienes los visitan.
Hoy en medio de grandes historias, quisiera resaltar
la apuesta de un grupo de jóvenes de una ciudad que tiene reconocimientos no
precisamente por sus festivales, sino por su ubicación fronteriza, por su comercialización
colombo-venezolana y por estar ubicada al lado de donde se han gestados las
revoluciones más polémicas de nuestros tiempos.
Si, les hablo de Cúcuta, pero específicamente de un
grupo de cucuteños que se han atrevido (en contra de las probabilidades de éxito)
a generar un espacio donde estuviera presente la diversidad, el arte, la música,
el amor y la euforia.
Fueron meses de interminables gestiones, de reuniones,
de negociaciones, de aceptaciones y rechazos que se materializaron en La
Guardia Fest, que paso de ser idea para convertirse en un gran proyecto que
aporta a la vida musical tanto de la región como del país.
Este tipo de iniciativas
son una fiel muestra de que la perseverancia y la alegría son los elementos
fundamentales para construir nuevos escenarios a los que ya el mercado nos
ofrece, y para los músicos, bandas, agrupaciones y espectadores en general
nuestro compromiso es apoyar, difundir y disfrutar estos espacios.